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𝐌𝐚𝐫í𝐚 𝐬𝐮𝐛𝐢ó 𝐚𝐥 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐬𝐩𝐨𝐫𝐭𝐞 𝐩ú𝐛𝐥𝐢𝐜𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐯𝐚𝐫𝐢𝐚𝐬 𝐛𝐨𝐥𝐬𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐚.

El autobús estaba lleno y el calor era sofocante. De pronto una ligera gota de líquido rojo nació de su nariz.

—Seguro es por el calor —pensó. Se limpió rápidamente.

—Los pies me duelen y la espalda me grita ¿Mamá hacía esto todos los días?
Deseaba tanto sentarse y descansar un momento. Levantó la vista y atisbó al fondo un asiento vacío, en el otro, una anciana miraba por la ventana.

—¿Por qué nadie se sienta allí?

—¿Huele mal o…?

Siguió pensando, pero ya no aguantaba los pies, se acercó con sus bolsas pesadas. Miró a la mujer de cerca, era solo una anciana, tenía una mirada tranquila y no lucia extraña.

La anciana miró a María y la invitó a sentarse.
La joven no dejaba de preguntarse por qué nadie se sentó con ella, algo parecía mal, pero ya no le importaba y deseaba descansar un momento.

—Gracias por sentarte, jovencita —dijo la anciana en tono amable—. Luces cansada y sudas mucho y oh… mira lo que cargas.

—Si, gracias —respondió mientras bajaba las bolsas de compra. Claro que pesaban. Era la compra del mes para toda su familia. Incluido las gaseosas para sus hermanos —. Tengo que cargar con todo, es mi…

—¿Responsabilidad? Pero aun así deberían ayudarte. Eres muy joven ¿Cómo es posible que hagas esto sola?

—Mi madre mu_rió…

¿Por qué le cuento eso a una extraña?, pensó María.

—… y tuve que hacerme cargo de la casa y de mis hermanos y mi padre. Ellos no saben hacer nada de lo que hacía mamá.

—Deja que un hombre se acostumbre a caminar con una muleta y no podrá caminar de nuevo.
—¿Perdón?

Una bolsa de compras se regó por el movimiento del bus. Las naranjas y manzanas rodaron por el suelo.

—Nada, solo un viejo dicho.

—Tal vez tenga razón. Pero dígame ¿por qué nadie se quiso sentar aquí?

—Bueno, siempre la gente ha huido de mí. No les gusta aceptar la verdad, prefieren vivir bajo el mando de una dulce mentira.

—¿La verdad? Y ¿cuál es?

—Está, querida. —Movió las manos hacia las personas—. Todos viajando hacia un mismo destino, hacia una única parada. Todos vamos en línea recta ¿no crees? No deberías desperdiciar tu vida sirviendo. Haz algo bueno con tu vida. No doy dos viajes, niña.

¿Doy?

—Sí, tal vez tenga razón, bueno… fue un gusto conocerla. Ya tengo que bajarme. —Se levantó para irse.

—Espera —le dijo la anciana sujetándola de la mano, tenía un agarre fuerte y una mano hu3sud4—. No te puedes ir. Se te cayó la fruta, querida, dejame ayudarte.

—Bien, ya está —continuó la anciana.

—Vale, gracias.

—Espero recuerdes lo que te dije…
… Si te vuelvo a ver por aquí, no te dejaré bajar…

【F】【I】【N】
Autor: O. J Cuasquer / Los miedos que acechan.

@Black_Riders_Night
2024/05/19 06:58:12
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